Vomitar datos lo hace cualquiera. Es la práctica habitual en las presentaciones y reuniones intraempresa. Es un siempre se ha hecho así, o es que Don Jefe quiere ver siempre los detalles. Pero esto tiene un gran “Pero”, aunque desde dentro de la empresa no se puede ver, porque no se tienen otras referencias y se carece de perspectiva. Ese gran “Pero” es que los meros datos, por sí mismos, tienen un gran poder informativo, pero un cortísimo alcance de persuasión.
Está constatado por la neurociencia que las emociones son decisivas a la hora de tomar decisiones. Por más que nos neguemos a verlo, por más que pensemos que decidimos solo en función de números y resultados, esto no es así. Miremos, si no, a las investigaciones hechas por el investigador Daniel Kahneman, un psicólogo que recibió el premio Nobel de economía en 2002.
Pero, espera, alto ahí… ¿le han dado el premio Nobel de economía a un psicólogo?. Pues sí, porque Kahneman aplicó la investigación psicológica a la economía, para demostrar que las decisiones en ese campo no son tan frías y racionales como cabría
esperar. De hecho, nuestro perezoso cerebro utiliza atajos y trampas para crearnos la falsa ilusión de que estamos operando racionalmente…. Racional-Mente… qué curiosa contradicción.
Pues, incluso ante esta arrolladora evidencia de nuestra profunda y genética emocionalidad, en la empresa seguimos renunciando al empleo de la emoción como palanca y herramienta para convencer y persuadir. Presentamos datos, hechos y resultados dejando que porten su significado por sí mismos. No los interpretamos, no jugamos con ellos, no los ilustramos, no identificamos protagonistas, ni héroes ni villanos en nuestros gráficos y tablas.
Para exprimir al máximo el rendimiento de la comunicación en la empresa, acostúmbrate a usar la narrativa cuando prepares tu próxima presentación. Comienza planteándote estas cuestiones:
¿Quién es el protagonista de esto?
¿Es el producto?
¿El proceso, quizás?
¿Será el público de mi exposición el héroe o lo es el consumidor o el usuario final?
Ese protagonista, ¿qué retos debe afrontar?
¿Qué dificultades tiene que superar?
¿Cómo lo hará?
¿Cuál será el cambio que obre en él tras superar esos obstáculos?
Las historias dejan una profunda huella en nuestra mente. La ayudan a atender, a comprender, a recordar y a actuar. Aparca esa vergüenza injustificada y abraza la narrativa empresarial. O llámala Business Storytelling, que suena más profesional.
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