Cuando uno le pone un nombre guay a algo, parecería que puede colocarlo y venderlo mejor. Y no hay nada más guay que bautizar algo -más o menos corriente- con un apelativo que suene inglés – ¡ahí es nada! – y moderno… o hasta disruptivo. Y, oiga, la verdad es que, en este caso, suena muy bien: deitastoritelin… ¿a que sí? Hasta parece que sabe uno más y todo. Pero ¿qué es el data storytelling realmente?
Ya sabes que la mayoría de las presentaciones de empresa incluyen números, cifras y, en general, datos numéricos que relacionan y dimensionan conceptos, hechos o análisis. Lo más usual es que el presentador “cante” estos números sin una inflexión verbal que los distinga dentro de la frase que los porta. Quedan dichos y ya está. Y así el presentador cubre el expediente.
Y no pasa nada, la verdad. Pero que no pase nada es ya, de por sí, malo. Cuando el público está integrado por tus compañeros de empresa, o por tus jefes y directivos, es obvio que ellos entienden el significado y alcance de esas cifras. Pero eso es soso. Es lo de siempre. Los números quedan dichos en voz en alta y listo. Y tienen el mismo efecto en el público que si ese público los hubiese leído en un informe en lugar de escuchártelos a ti. Es igual, exactamente igual. Y tú no estás ahí solo para ahorrarles la lectura de un informe. Estás para algo más. Estás para interpretar esa información y darle el significado y alcance que tú quieres que tenga.
No es que esto sea horrible, no me malinterpretes. Pero es que el “siempre se ha hecho así” no ayuda a mejorar nada. Si nos limitamos a enunciar la información numérica, sin siquiera interpretarla, estaremos dejando que sea el número por sí mismo el que soporte su importancia y significado. Insisto: no importa que lo estemos “cantando” ante gente que los entiende muy bien: por muy expertos que sean, siguen siendo gente, personas que sienten.
Inyectarle narrativa (storytelling) a la carga numérica (data) de tu presentación significa que no debes dejar que esto suceda. Al contrario, debes hacer algo, debes darle vida a esa información porque, aunque tu público sepa de lo hablas, no debes presuponer que le dé a esas cifras la misma interpretación que tú. Para ello, ¿qué puedes hacer?
Elige bien los adverbios: lo es lo mismo 100, que “casi 100”, que “apenas cien”, o que “prácticamente 100”.
Pon la cifra en contexto: no es lo mismo haber aumentado las ventas en 100 cuando la cifra de partida era 1.000 que cuando esta cifra era 100.000 (o sea, un 10% en el primer caso y apenas un 0,1% en el segundo).
Y sigue así: compara, divide, agrega, haz metáforas o analogías con esas cifras… Pero, por favor, ¡haz algo con esos numeritos! Si lo haces, estarás ayudando a tu audiencia a entender mejor, a recordar mejor… y a pasarlo mejor en tu presentación. Así que ya sabes: no digas un número, ¡nárralo!… que por eso es guay el data storytelling.
Esta ha sido la primera parte. Falta la segunda, en la que hablaremos sobre la visualización de los datos, porque una historia puede ser mejor si va acompañada de las imágenes adecuadas.
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