Ponte en situación: tienes una presentación importante que hacer dentro de dos semanas. O puede que antes, porque las empresas a veces te avisan con poca antelación, ¿verdad? En cualquier caso, quieres hacer algo “distinto”, que impacte, que mueva a la gente, que impresione al público. No deseas hacer otra presentación más. Y entonces piensas ¿qué puedo hacer?

 Pues, pensar. Eso es lo primero que harás. Pensar lo que vas a contar en el tiempo que te han dado para hacerlo. Luego, posiblemente, te pondrás a escribir un esquema (por favor, no empieces con el Powerpoint; eso va al final). Y entonces puede que te digas:

– “Vaya… es un poco lo de siempre… me gustaría hacer algo especial”

Y empiezas a navegar por Internet, husmeando, buscando fuentes de inspiración. Y puede que encuentres cosas porque ¡hay tanto en Internet! Pero ¿sabes qué? Te recomiendo que levantes la mirada de la pantalla y eches un vistazo a tu alrededor. A tu alrededor de la manera más amplia y abierta posible. Porque estamos rodeados de recursos y, cuando la necesidad apremia, si sabemos mirar, es posible que nos topemos con esa “cosa” que nos ayude a hacer una presentación distinta.

 Un anuncio. Una escena de una película. Una valla publicitaria. Una conversación. La letra de una canción. Las noticias del día. Un libro. Una serie. Una fotografía. El movimiento de un reloj. Un paisaje. La lluvia. Lo que te ha dicho el de la cafetería. Un detalle de tu casa. Un meme. Un recuerdo. Una nube. Un encuentro casual. Un documental.

 Durante el proceso creativo, después de estrujarnos la mente pensando, trabajando, escribiendo… la idea surgirá cuando estés en calma, cuando dejes al cerebro -supuestamente- descansar. Pero no te engañes, porque nuestra materia gris seguirá haciendo su trabajo, estará hipersensibilizada con el tema que te ocupa. Solo necesita tu predisposición para observar: verás que la chispa salta y que te encontrará una inspiración donde menos lo esperas.

 Estamos rodeados de recursos para nuestras presentaciones. Tan solo te hace falta ser consciente de que están ahí y tener el valor de aprovecharlos.